Entre los protagonistas de Fe de etarras es el forastero –Javier Cámara nació en La Rioja y nunca había coincidido con sus compañeros–, y cuando habla con los periodistas enseguida quiere saber qué han dicho de él: “¡Lo estamos pasando tan bien! Ya veremos si ha pasado suficiente tiempo para que sea una comedia sin más, al menos para mí, sí”.

¿Qué te convenció?
El título. Solo con verlo dije: “¿Perdona?”. Me pareció fantástico. Me encantó hasta la primera versión en la que a uno de ellos le hacían presidente de la comunidad de vecinos.

¿Pensaste en las críticas?
No, ni se banaliza ni se pierde el respeto, a no ser que fuera una película espantosa, y no es el caso. Yo he interpretado algunas con éxito y esta se convierte en una sátira que, como en las tragedias griegas, resulta liberadora. Ojalá lo consigamos.

¿Cómo llegaste al proyecto?
No me acuerdo. Tuve solo una semana para preparar la película, en los espacios libres que me dejaba la grabación de Narcos.

Completan el reparto Miren Ibarguren, Gorka Otxoa y Julián López… ¡Y con algunos de ellos no habías trabajado todavía!
Sí. Miren me fascina desde que hacía Escenas de matrimonio; entonces quise saber quién era aquella bruta, y cuando supe que estaba aquí, no me lo pensé.

¿Cómo definirías a tu personaje?
Por mi personaje pasa todo el conflicto dramático, que muestra de forma sutil una situación real: cómo alguien que ha hecho barbaridades se transforma en un tipo de lo más normal al entrar en contacto con lo cotidiano.

¿En qué te inspiraste?
En El ángel exterminador y en Esperando a Godot. La realidad será más fuerte que cualquier creencia, aunque no quiera verlo. Por eso habrá situaciones que no hacen tanta gracia.

Y después de Narcos, te veremos en The New Pope.
Sí, repito con Paolo Sorrentino, pero esta es de HBO y estamos hablando de Netflix… (risas).