Antonio Lafón llegó al refugio con 15 años para ayudar a su tío en verano, y se quedó ya de por vida en La Renclusa. No imagina otra manera de vivir que no sea en las montañas y ha sido allí donde ha criado a sus hijos junto a su mujer, Mari. Conoce palmo a palmo todos los rincones de La Maladeta y sigue asesorando a todo aquel que lo pida. No ha contado las veces que ha subido a la cumbre del Aneto, que son centenares y ha participado en innumerables rescates.

Mari ve las montañas desde la ventana del refugio y sus tareas se centran en la cocina y la intendencia. David, hijo de ambos, se ha criado en La Renclusa y ha heredado la vocación de guarda y cocinero, combinándolo todo con la pasión por la actividad montañera.

Un helicóptero les alcanza las cargas con alimentos y combustible tres o cuatro veces al año, y se lleva los residuos que se producen en el refugio. La Renclusa está incluido en el programa Sustain Huts, que promueve la modernización de los sistemas energéticos de nueve refugios de montaña de Europa.

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La Renclusa se inauguró en verano de 1916 y después de varias remodelaciones y ampliaciones, el refugio cuenta con 92 plazas para pernoctar aunque los guardas dejan claro que en caso de emergencia acogen a cuántos montañeros lo precisen.

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Un reportaje de Cesc Tomàs.