Llegó la hora. El Mundial de Rusia llega a su final. Un torneo que ha dejado más sombras que luces y en el que el antifútbol y el pelotazo han prevalecido sobre un buen juego que pocas selecciones han practicado. Las luces han corrido a cargo de Bélgica, con Hazard al frente, Croacia, con un gran Modric, el orden francés, con Griezmann liderando, y la velocidad de una joven selección inglesa, en la que Harry Kane cumplió, sin dar todo lo que se esperaba de él.
Las sombras, principalmente, las han puesto los estrepitosos fracasos de Messi, Cristiano y Neymar, un VAR que ha servido demasiadas veces para generar aún más polémica y un nivel arbitral bajo con criterios sin unificar entre los colegiados. Un Mundial emocionante pero que futbolísticamente ha aportado muy poco y que deja anécdotas como la inhalación de amoniaco por parte de los jugadores rusos y el rosario que Dalic, seleccionador croata que siempre reza antes de los partidos, lleva siempre en su bolsillo.
La gran final la disputan Francia y Croacia, dos selecciones con un fútbol totalmente opuesto. Los de Didier Deschamps lo basan todo en el orden, una presión agobiante al contrario, la dureza de sus centrocampistas, con Pogba y Kanté, y las salidas al contraataque aprovechando la velocidad de Griezmann y Mbappé. Su absoluta convicción de que son los mejores es algo que puede jugar a su favor… o en contra si las cosas no van saliendo como esperan.
Por su parte, los de Zlatko Dalic, basan su juego en la humildad, el trabajo constante, la creatividad de su centro del campo, con Luka Modric e Ivan Rakitic, y en el oportunismo de Mandzukic, un 'guerrero' que marcó el gol más importante de la historia del futbol croata en la semifinal contra Inglaterra. Además hay que contar con Perisic, un jugador que ha destapado el tarro de las esencias en este torneo. No hay un claro favorito aunque Francia pueda parecerlo por su solidez. La fe y la constante lucha de Croacia pueden ser determinantes en este partido.
