El dueño del destino de esta noche en Pesadilla en la cocina quería tener un restaurante refinado, pero ahora sólo ofrece bocadillos de mala calidad, sándwiches resecos y una comida de espanto. Así se resume la historia de Cristian, el propietario del restaurante Phoenix, en Elche, un peculiar italiano con grandes sueños que no llegan a cumplirse.

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Lo que iba a ser una marisquería terminó convertido en una hamburguesería, bocatería y tapería que, a juicio de Chicote, tiene una de las cocinas de peor calidad que han pasado por Pesadilla en la cocina. Hamburguesas de finísima carne, complementos quemados y sin un atisbo de jugosidad. Sándwiches resecos peores que los de una merienda casera. Y unas raciones de comida congelada, aderezada con un kétchup y una mostaza de aterrador aspecto.

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A la ínfima calidad gastronómica de la oferta del Phoenix se le suma una pareja de empleados jóvenes y algo deslenguados, que sufren y participan de los gritos constantes que entran y salen de la cocina y del exasperante carácter de Cristian. Este es el ambiente en el que comen los pocos clientes que quedan, ya que la mayor parte no entra o no regresan. Chicote tiene un gran reto si quiere conseguir que el restaurante dé un giro radical.