“Llegamos a hacer cualquier reportaje como un folio en blanco, sin juzgar”. Este es el estilo que ha convertido a Samanta Villar en un referente, y no solo para los espectadores. La periodista, a quien vemos todos los miércoles en Samanta y…, seguirá sorprendiéndonos en las próximas entregas del programa de Cuatro, donde se enfrentará a su pánico a las alturas, descubrirá cómo es tener un nuevo sentido (el de la orientación) y hasta organizará su propio funeral.
¿Contenta con los datos de audiencia del programa?
Estamos felices porque sabíamos que el de la maternidad iba a funcionar bien. La gente tenía curiosidad por ver a mamá Samanta y, además, entroncaba con el Nueve meses… La prueba de fuego fue el programa del sexo, que suele ser un tema amable en cuanto a audiencia.
Y conseguísteis darle una vuelta.
Sí. Buscábamos contar historias que el espectador no conociera y eso, con el tema del sexo, no es fácil.
¿Todavía hay algo que te sorprenda?
Por supuesto. Yo, por ejemplo, nunca había estado en un piso sexualmente liberado como el que visité en Berlín.
¿Y cómo conseguís que la gente acceda a contar historias tan delicadas?
Nos ayuda mucho la trayectoria que llevamos. Mucha gente se acuerda de 21 días o de Conexión Samanta y saben que soy la chica qu epregunta sin prejuicios y, sobre todo, sin juzgar. Solo busco comprender.
¿Qué es lo que más te ha impactado en esta nueva etapa?
Hay un programa sobre la belleza en el que se habla del feederismo, una corriente en la que el canon de belleza es lo opuesto al estandar: cuanto más gorda y más obesa, mejor.
En Samanta y…, además, estamos conociendo a gente de tu entorno.
Sí, en mi familia nos lanzamos al ruedo de una manera… Yo creo que lo llevamos en los genes. Me encantó, por ejemplo, hablar con mi tieta Concha de sexo… Qué desinhibición y qué ternura.
¿Y por qué habéis incluído a personajes famosos?
Cuando pensamos dar una vuelta al formato queríamos llevarlo a la vida cotidiana así que nos pareció buena idea reunir a gente famosa que conozco por mi trabajo y charlar con ellos entre amigos.
Te has enfrentado a muchos miedos…
Sí, a mi fobia a las alturas, por ejemplo.
¿Y cómo fue la experiencia?
Un horror (risas). Me vereis hacer una sesión con una psicóloga que me dio las herramientas para convivir con ello. La prueba definitiva es si seré capaz de hacer puenting… ¡Y ahí lo dejo! El final es precioso.
¡También te veremos implantarte un dispositivo!
Sí, es una experiencia muy interesante porque me implanto un nuevo sentido: el de la orientación. Y esto nos llevará a reflexionar si es ético o no usar la tecnología para ampliar las capacidades de los seres humanos.
Y organizarás tu propio funeral…
Es fuerte, pero hay gente que lo hace para que sus hijos y seres queridos no tengan que pasar por ese trago en un momento tan doloroso.
¿Cuál es tu tema pendiente?
Yo voy apuntando cosas en el móvil a medida que surgen y, lo que más me interesa ahora, es probar nuevas formas de relización. Veo muchos documentales que me inspiran, como Chelsea Does, de Netflix, o 20.000 días sobre la Tierra.
¿Dónde está tu límite?
En no hacer daño a los demás ni hacerme daño yo. No me gustaría exponer demasiado a gente de mi entorno como mis hijos. Ellos decidirán si quieren salir o no en televisión.
Todavía se sigue hablando de tu visión de la maternidad. ¿Has recibido más críticas o más elogios?
Muchos más elogios. El tema de la maternidad necesitaba mucha ventilación porque las mujeres vivían una realidad muy diferente al discurso único que existía. Ha sido precioso ver cómo me han secundado cuando me he atrevido a decir que esto no es como se vendía. Me he sentido muy útil y agradecida.
La última edición de 21 días no obtuvo la audiencia que se esperaba. ¿Tú crees que esto es como Gran Hermano, que sin Mercedes Milá no funciona?
(Risas) Cualquier programa es un trabajo en equipo e influyen muchos factores: la competencia, la parrilla… Me parece injusto que la culpa recaiga sobre la reportera.
¿Volverías a hacerlo?
Ahora sería inviable. ¿Quién cría a mis hijos?
