Ahora no cocinas, presentas un concurso.
Sí, sí, aunque normalmente me toca meter la mano en el puchero, de vez en cuando me hago un apaño. Nunca había presentado un concurso y la experiencia es muy grata.

¿Has verificado que el sabor es ciego?
Bueno, cocinar a ciegas no lo he hecho nunca, es muy difícil y encima es lo contrario de lo que yo pregono, que siempre digo que hay que probar el guiso. Pero más complicado es probar la comida a ciegas; es como vendarse los ojos y probar un vino. Hemos convertido la dificultad en virtud y el programa resulta divertido. Yo me río mucho, y comparto ratos con concursantes muy variopintos.

¿Estos son expertos o aventureros de la cocina?
Son valientes, sobre todo. Cocinan mucho en sus casas y saben, pero a la hora de la verdad hay mucho rollo y poca sustancia. Lo importante es que tengan sentido del humor. Entre ellos no se conocen, y la única ventaja es que todos tienen los mismos ingredientes y el mismo tiempo para cocinar. Y elaboran platos totalmente distintos. Son amas de casa, funcionarios, pintores de brocha gorda, maestros… con un punto a favor, que cocinan juntos.

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¿Eres capaz de detectar a los mejores por la forma de cocinar?
Según empuñe el cuchillo te das cuenta si tiene hábito, pero lo de saber si una receta va viento en popa según cocina es muy difícil. También se les olvida sazonar por la presión del tiempo.

¿Les das alguna pauta?
Si eres un profesional le tienes cogido el pellizco de sal, no te equivocas, pero no te sirve el color o el aspecto del plato para saber si está en su punto. Cocinan a ciegas y prueban sus platos con los ojos vendados, son sus propios jueces y yo también ejerzo pero con los ojos descubiertos. Mi veredicto es sensato porque tengo paladar y valoras justamente. Aunque también aprecias estrategias que se vuelven en su contra.

Pregonas que la cocina hace personas felices. ¿Qué ocurrió en Telecinco para que no se enganchase la audiencia con tu programa?
Yo hago la lectura contraria. Hicimos más de 140 programas, aprendí mucho de televisión y tuve la suerte de pasar de una autonómica a una generalista. Telecinco me dio la oportunidad de que me conocieran en toda España. Ahora miro para atrás y me parece imposible haber hecho los 1.200 programas en ETB más los de Telecinco. La experiencia fue fabulosa.

¿Echabas de menos la tele?
Sí, pero dejar la tele en barbecho durante un tiempo es bueno. Ves las cosas con más perspectiva, y el espectador te coge con más ganas. El público me echa en falta, y encima he vuelto con algo tan distinto. Y eso que hay muchos programas de cocina a todas horas y me parece positivo, porque hacen la televisión más luminosa.

Y grabas por primera vez con Arguiñano.
Sí, estoy en la meca de la televisión, Bainet, plató con plató con Karlos; notar su energía es muy grande. En mi etapa en Robin Food vino de invitado, y yo también le he visitado. Cuando la gente lo ve parece que saluda al Papa, y también cuando viene Martín Berasategui, con quien trabajo desde hace 25 años. Es mi compañero de fatigas.

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¿Distinguirías a ciegas un plato de alguno de ellos?
Es muy difícil a ojos cerrados y sería cada plato muy distinto. Cuando eres tan profesional te acercas a otros matices difíciles de distinguir.

¿Animarás a los concursantes a hacer guarrindongadas?
No hace falta que les anime. Ten en cuenta que son cuatro participantes, dos recetas, algunos dan en la diana, otros no rematan con éxito, o se equivocan y cambian el azúcar por la sal y hay que meterse una guarrindongada en la boca. Es importante cocinar bien, pero no gana el mejor sino el que tiene más suerte.

¿Eres duro con ellos?
Qué va, les hablo con naturalidad, desparpajo y sentido del humor, como yo soy. Cuando grabo no estoy pensando en qué actitud voy a tener, y cuando hace falta echar el freno lo hago. Estoy acostumbrado a ser juez de concursos populares, pintxos, tortilla de patatas…

¿Qué opinas de los talents de cocina?
Lógicamente los he visto todos porque he ido de invitado, pero no los sigo mucho por falta de tiempo. Estoy atento de lo que hacen. Además, para mí al tele es como un somnífero, por eso estoy contento de que El sabor sea más corto. Dura 40 minutos, es ágil y rápido.

Hay una versión infantil, ¿te gustaría presentarla?
Me encantaría, ya he cocinado con niños, y hasta he publicado un libro de recetas para ellos. Son una fiesta, se tiran el rollo rápido.

¿De quién no probarías nunca un plato?
De nadie. Me parece un esfuerzo tan grande que alguien cocine para ti, que no hacerlo sería muy pringadete. Me parece una falta de respeto. Cocinar para otros es un gesto de generosidad muy grande.

¿Tu amor por la cocina es ciego?
Hace unos años escribí un libro Con la comida no se juega y ahora me he dado cuenta de que se puede jugar con la cocina para que salgan programas. Y el sabor es ciego, sin ninguna duda, te pones ciego a tope.

¿De qué te sientes más orgulloso?
Al final ejerzo un oficio que proporciona buen rollo y felicidad a la gente, e intento lanzar luz a mi trabajo a través de todos los medios.