Tu relación con Nacho Fresneda (Alonso) es especial. ¿En qué está cimentada?
A Nacho lo conocía de vista porque vivimos cerca e incluso tenía un bar cerca de mi casa y a veces acudía allí. Pero de nada más. Jamás habíamos trabajado juntos. Y de repente todo fluyó. He descubierto a un actor alucinante y a un compañero único. Me encantaría coincidir con é continuamente. Es generoso y muy profesional. Junto a él he aprendido mucho. Quiero que forme parte de mi vida para siempre.
Es poco habitual que eso ocurra de una manera tan potente, ¿no?
Hacer El Ministerio… no es nada fácil. Hay muchos exteriores, hemos pasado mucho frío, hemos hecho cine al ritmo de la tele durante seis meses. Hemos hecho piña y hemos estado muy pendientes el uno del otro. Se ha convertido, por derecho propio, en uno de mis grandes amigos. De hecho, hemos construido en la vida real una amistad que se parece mucho a la que tiene en la ficción nuestros dos personajes.
De todos los personajes que han aparecido, ¿con cuál te quedas?
¡Ha habido tantos que me cuesta elegir uno! Me han gustado mucho el Simón Bolívar de joven, que iba a la contra de todo. También Goya o Lorca por poner un par de ejemplos más.
¿A qué época histórica no te gustaría trasladarte?
Probablemente a la postguerra española.
¿Y a cuál acudirías sin dudarlo?
Los años 80, sin duda, como contraposición clara a la postguerra. En esa época yo era demasiado pequeño y no la viví con la intensidad que me hubiera gustado. Firmaría por haber estado allí con 20 años.