¿Cómo estás viviendo el tirón de Fariña?
Es un auténtico fenómeno, sobre todo en Galicia, mi tierra. Si salgo a la calle, cojo un taxi, entro en un bar o en la peluquería, me preguntan. La serie es un orgullo para todos los gallegos y ojalá continúe la serie, porque es buena que podamos contar nuestra historia. Me llegan mensajes también del resto de España y ojalá se siga apostando por series como estas.

Tu Charlín ha calado en la audiencia y mucho.
Me he guiado mucho por el guión, el libro de Nacho Carretero y luego me documenté bastante para acercarme a su aspecto físico, porque sabía que las comparaciones sería inevitables. Por mi edad, viví esa época, los ochenta, y me imagino perfectamente cómo sería su carácter: un hombre oscuro, de la Galicia profunda, contrabandista, huraño, misógino, con una mirada infeliz y cuya risa no me la trago ni de coña (risas).

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¿Te hubiese gustado hablar con él para prepararlo mejor?
No creo que me hiciese falta. Al final, se trata de mostrar mi verdad en el personaje. ¿De qué me iba a servir? Para fijarme en tres gestos suyos y que me cuente su historia, que encima no va a ser la que ocurrió de verdad, sino su justificación de aquello. Hablar con él me hubiese confundido más.

Tus hijos en la ficción se llevan buenas tortas.
Está bien dadas eh, pero no les hice ningún daño, que conste (risas). Además, son tortas más humillantes que otra cosa, hostias sucias, de autoridad.

El Charlín real dice que no las daba…
No quiero juzgarlo mucho, pero con sus antecedentes, las tortas son lo de menos. Solo juzgo la serie y el guión, pero vamos, de santo con sus hijos, me da que no.

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¿Cómo viviste aquella época?
Viví las dos épocas, la del contrabando de tabaco, donde yo mismo fumaba Winston de batea, y la posterior con las drogas, donde no veíamos lo crudo de aquello, que encima fue en plena Movida viguesa. Perdí algunos amigos, recuerdo a Carmen Avendaño también...

¿Qué tal la caracterización de tu personaje?
Tuve que engordar un poco y, aunque no me obligaron a raparme para estar calvo como él, decidimos que era lo mejor. Estar con un postizo y que se despegara rodando sería un error. Fue duro tener que ir con sombrero durante seis meses por la calle. Me levantaba, me veía calvo y era acojonante; eres como vivir con el personaje.

En los próximos capítulos, Charlín lo pasará mal.
Mi hijo se recupera, Castro va a muerte a por mí, los narcos colombianos, la operación Nécora, la relación con su hija… ¡la cosa promete!

¿Te gustaría una segunda tanda?
El fenómeno Fariña no va a terminar aquí, estoy seguro. Me gustaría en forma de miniserie, peli o lo que fuese, pero que siga. Es una ficción pioneray la crítica es buena, así que…

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Con una carrera tan larga como la tuya, y ha sido esta serie la que te ha dado a conocer.
Ya, ahora solo espero que me salgan más trabajos en Galicia o fuera de aquí. También he hecho y hago mucho teatro, pero a mis 58 años todo lo que llegue, será bienvenido.

¿Mejor el drama o la comedia?
Todo es difícil. Empecé en comedia y en teatro, en muchas series de la televisión gallega… El éxito es genial y el prestigio también, pero no te van a dar de comer.

Proyectos…
Estoy en el teatro hciendo La lechuga, con Víctor Dupla, y tengo por estrenar la película El pacto, con Belén Rueda y otra que se llama Dogs.

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¿Qué tal con los actores más jóvenes?
Del choque generacional siempre se sacan cosas nuevas y bonitas. Ellos tienen otra mirada, otros tiempos…

¿De dónde viene tu apellido Morris?
De Moreiras, el apellido de mi madre. En el cole me llamaban Moreiras, luego Morris y con el tiempo lo adopté para mi carrera.

Ahora te conocerán también como Charlín.
Uf, en Galicia es tremendo y cuando me lo llama a grito pelao, tela.

¿Cómo te defines?
Soy introvertido y siempre decido caminando. No soy actor vocacional, pues era muy tímido y gracias a una profesora de francés me enrolé en el teatro. Me veo como un tipo cenizo, fatalista y torturado, así que los personajes son mi vía de escape.