Una Nochebuena con los Novoa
Nos colamos en el plató de la telenovela y fuimos testigos en la sombra de una incómoda cena por culpa de la marquesa de Losada, pero también de la complicidad que existe entre los actores.
Estamos en noviembre pero en el plató de Amar es para siempre ya ha llegado la Navidad y los Novoa lucen sus mejores galas para grabar la cena de Nochebuena que, como pasa en las mejores familias, no será demasiado amigable y menos cuando a la celebración se unen invitados ajenos: el prometido de la primogénita y su madre, la exigente marquesa de Losada.
A primera hora de la mañana comienza la jornada en la Ciudad de la Imagen de Madrid donde está el plató de la novela. No es una escena fácil y los nervios se mezclan con la alegría al ser una secuencia inusual que se sale un poco de la rutina. “Hoy nos juntamos ocho actores en dos escenarios al mismo tiempo, salón y comedor, algo que no es habitual y da opción a situaciones nuevas –explica Miguel Ángel Muñoz–. Yo, por ejemplo, no suelo coincidir con Ana Torrent y cada vez que me cruzo con ella la pellizco y se ríe. Todavía no nos han pillado, ya lo harán”, confiesa.
Poco a poco, van sumándose el resto de protagonistas, encabezados por Nancho Novo: “Félix es un hombre muy conciliador y está encantado de tener a sus polluelos alrededor. Además, le gusta ser un buen anfitrión y ha convidado a la familia política”. Precisamente es la entrada de su yerno, Alonso (Miguel Ángel Muñoz), y de doña Ana María (María José Goyanes) por lo que empiezan y no sin contratiempos: el abrigo de la aristócrata se engancha al intentar quitárselo. Solucionado, siguen los ensayos de guión, antes de encender el piloto rojo de la cámara, y se acuerdan algunos retoques para mejorar el resultado. Por ejemplo, Jaime (Javier Pereira) en lugar de dar dos besos a la invitada debe estrecharle la mano, ya que ella es demasiado estirada. “A parte de su forma de ser, la marquesa de Losada viene con rabia por la infidelidad de su nuera. Bastante hace. Yo en su lugar me habría inventado que tengo 40 de fiebre para no ir”, comenta la veterana actriz.
Entre toma y toma. atrezzo, vestuario, maquillaje y peluquería ultiman los detalles: colocan las bolas del gran árbol que preside el salón, limpian las copas de la mesa y quitan los brillos a las actrices. “La verdad es que tenemos un equipo de imagen inmejorable y eso nos ayuda a desarrollar nuestro trabajo. Yo incluso les pido consejos en mi vida personal”, asegura Mariona Ribas, para quien han elegido un llamativo vestido rosa chicle, que le hace destacar entre tanto traje negro.
Es la noche más especial del año 1967 y hay que ponerse guapos. Incluso el marqués ha sacado la capa del armario. “Yo no he llegado a este nivel, pero sí que me arreglo más en las fiestas”, cuenta Miguel Ángel Muñoz. A su lado, Óscar Ortuño, Bruno en pantalla, se muestra fascinado con su indumentaria: “Me gusta cómo me sienta el traje, me miro al espejo y digo: ‘¡Qué clase! ¡Qué estilo!’ Lo que menos me convence es la pajarita”. Sin embargo, no todos se ven tan favorecidos y Blanca Parés, la benjamina de los Novoa, parece una muñeca de porcelana, por lo que el director y realizador Diego Lesmes se refiere a ella como la niña repollo. “Voy tan cursi porque mi madre, Rosalía, me obliga. Alba ya es mayor y no se encuentra bien con ese estilo. Ha comenzado una etapa muy revolucionaria”, explica la actriz.
Lee el reportaje completo en la revista Telenovela.
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