El dolor de una madre

Hernando es consciente del peligro que corre su familia cuando un tipo pagado por el prestamista le entrega el diario de Beatriz demostrándole que puede entrar en su casa cuando quiera. “Pague o la próxima vez el jefe no será tan bueno”, lo amenaza. 

Aterrado, el empresario cuenta lo ocurrido a don Anselmo.

En La Casona, Francisca dice a Prudencio que ponga en marcha el plan de quemar las casas que han ocupado Julieta y otras personas de los alrededores para echarlos.

Mientras, la joven deja a Ana al cuidado de su abuela para irse con Saúl a La Puebla, donde debe realizar unas gestiones.

Beatriz baja al pueblo y observa desde lejos a Matías y Marcela, que se hablan con ternura. Los ve tan felices que prefiere no acercarse a saludarlos y regresa a Los Manantiales. 

Allí, despechada, se echa en brazos de Aquilino. Él responde a sus besos con sorpresa y pasión.

Con ayuda de Mauricio, Prudencio consigue que el poblado arda ante la angustiosa mirada de sus habitantes, que huyen despavoridos.

Advertidos por las llamas, poco a poco, llega gente de Puente Viejo e intenta apagar el fuego. Horas después, todos están reunidos en la plaza, malheridos pero vivos. Sin embargo, se alarman cuando se dan cuenta de que falta Ana.

Julieta, que acaba de regresar con Saúl, corre enseguida a buscarla al poblado con algunos voluntarios. Algo más tarde, vuelve con su hija muerta en brazos: se ha asfixiado bajo los escombros. 

Al enterarse de que ha habido una víctima, la Doña manda a buscar a Prudencio, pues teme que el sentimiento de culpa le haga confesar. No se equivoca sobre el dolor del muchacho.

De hecho Saúl lo ve tan hundido que sospecha de él.

Nicolás va a ver a Camila para declararle sus sentimientos, pero no lo hace porque ella lo sorprende anunciándole que está embarazada.

Luego, se compromete a animar a su marido, a quien la mujer no se atreve a dar la buena nueva porque lo ve abatido. Ninguno imagina el tormento de Doscasas.

Poco antes del entierro de Ana, Julieta recibe el pésame de los vecinos, que han acudido al completo para acompañarla en tan duro trance.

Los puentevejinos se acercan uno por uno para dar el pésame a Consuelo por la pérdida de la pequeña.

Incluso Doña Francisca acude al entierro a dar el pésame a a la dolida abuela.