Las hermanas intentan arreglar todos los desperfectos que causó el incendio con ayuda de Oropeza y de la mayor parte de los vecinos. De esta manera, Juana Soledad y Juana Inés logran inaugurar el dispensario mientras Juana Bárbara hace lo propio con la escuela de boxeo. Nuevamente, Darío intenta sabotearlas y roba un camión con equipo, pero fracasa pues no tardan en encontrarlo abandonado en mitad del monte. “Yo sé todos sus secretos. No le conviene deshacerse de mí”, advierte Ricardo a su patrón cuando este lo desprecia.

Por su parte, Juana Victoria viaja a Ciudad de México obligada por Sebastián para someterse a unas pruebas de ADN. Días después, reciben los resultados. “¡No tenemos ningún parentesco!”, gritan emocionados y se funden en un apasionado beso.

En una muestra más de su maldad, Darío organiza un plan para que Leonora desconfíe de Juan. Cuando está sola en el Media Luna aparece un hombre con un maletín para su marido y se queda de piedra al ver que está lleno de dólares. Sin tardar acude a Iriarte y este se ofrece a investigar. “Tiene una cuenta en las Islas Caimán. Se crean para lavar dinero y evadir impuestos”, miente.

A pesar de que ya nada les impide estar juntos, Sebastián decide renunciar a Juana Victoria: “Voy a casarme con Estefanía, no puedo fallarla. Hay que mantener en secreto que no somos hermanos”. Y le explica sus motivos: “¿Te imaginas si todos se enteran de la infidelidad de mi mamá? Está enferma y podría costarle la vida”. La chica sufre una gran decepción y se resiste a aceptarlo, pero lo acaba haciendo por amor: “No podría verte sufrir”.

Ajena a esto, Leonora encuentra unos documentos falsos que colocó Darío en el despacho de Juan para probar que tiene cuentas en paraísos fiscales. Lejos de enfadarse, la señora exige a su esposo que le regale un coche de lujo importado si quiere que lo perdone. “Deberías divorciarte ya”, dice fuera de sí Iriarte a su amiga al darse cuenta de que su plan no ha surtido efecto.
En el gimnasio, Juana Bárbara comprueba que faltan ocho polainas y pide ayuda a Xavi para encontrar al ladrón. Lo que menos espera es que haya sido Juana Inés y las esté usando debajo de su ropa como penitencia.

A modo de despedida de solteros, las hermanas reúnen a todos los amigos de Estefanía y Sebastián y disfrutan de una velada en la playa. Octavio aprovecha la ocasión y se declara a Juana Soledad: “¿Quieres ser mi novia?”. Ella acepta emocionada y se besan.

Peor suerte corre Juan ya que en un momento dado un camarero pregona que Margarita espera un hijo suyo. Para colmo, no le conceden un crédito para comprarle a Leonora el coche y decide regalarle uno de juguete.

Incapaz de ver a su amado en brazos de otra, Juana Victoria decide regresar a la capital con la excusa de que una amiga está enferma y debe cuidarla. Sin embargo, las cosas entre Sebastián y Estefanía no están tan bien como parece. “Ojalá me miraras y me amaras como antes”, le reprocha la joven después de hacer el amor. Por eso, toma una drástica decisión: “Queda cancelado nuestro compromiso”. Darío conoce la noticia por una carta de despedida de su hija y clama venganza.

En otra parte del pueblo, Juan halla al fin la manera de complacer a Leonora alquilando un coche de lujo. En mitad del trayecto, un hombre se cruza para detener el autobús y Juana Victoria se sorprende al ver que es Sebastián. “Estefanía rompió conmigo. Se dio cuenta de que no la amo”, revela entre vítores de los pasajeros.