Saúl y Mónica deciden organizar una protesta frente al Ministerio Público para denunciar las injusticias que se cometen contra las mujeres y exigir sus derechos. Isabela, Regina, Lidya, Valeria, Karen y Leticia, al igual que muchos de sus compañeros de la comisaría y del canal de televisión, se unen a ellos. Con consignas y fotografías de las desaparecidas y muertas a causa de la violencia de género, comienzan a marchar pacíficamente hasta que llegan agitadores a provocarlos con insultos.

A unos metros de allí, Braulio se reúne con Altagracia y le propone pactar: “No mostraré el vídeo del asesinato de Rafael ni la confesión de todos tus crímenes si me transfieres una cuantiosa suma de dinero a mi cuenta”. La constructora se muestra esquiva e intenta sin éxito manipularlo para llevarlo al coche donde la esperan Matamoros y Daniel. “Ya olvídate de Valeria. Nunca la quisiste así que deja que sea feliz con Lopecito y su bebé”, le dice en un momento de la discusión.

Furioso, el pérfido hombre se presenta en la protesta y ataca a su exesposa, pero las mujeres se le echan encima y él debe salir corriendo. Cuando va a cruzar una calle sin mirar, un coche lo atropella y fallece en el acto.
Diego recibe un vídeo que dejó grabado su padre por si le sucedía algo. “Quiero que en mi nombre envíes esto a la policía”, pide antes de mostrarle la confesión de Altagracia de todos sus crímenes. Sin embargo, el joven, animado por Lidya, decide difundirlo de manera viral entre sus seres queridos.

Ajena a esto, la Doña rechaza la oferta de Daniel de empezar una nueva vida en otra ciudad. “Nunca seré la mujer de un violador. Lo único que siento por ti es asco. Vete de aquí”, asegura.

Saúl sella su reconciliación con Mónica con un apasionado encuentro en su apartamento y le propone matrimonio. Pero no todo es felicidad para la joven ya que el vídeo que prueba que su madre es una asesina se difunde en todos los telediarios y es incapaz de localizarla para pedirle explicaciones. Para ese entonces, Altagracia se encuentra muy lejos con su fiel Matamoros.

Pasado un tiempo, Mónica y Saúl se dan el “sí, quiero” en un romántico enlace al aire libre celebrado en Veracruz y la Doña los observa con lágrimas en los ojos a la vez que les apunta con una pistola. Cuando recibe las felicitaciones de sus familiares, la chica se percata de que está allí y sale corriendo detrás de ella.

“¿Viniste a impedir mi boda?”, pregunta a su madre. Esta lo niega y le dice que sea feliz. “Siempre me arrepentí de entregarte a Lázaro. Tuve miedo de odiarte, pero al ver que estuviste a punto de morir me di cuenta de que tengo instinto maternal”, confiesa en un alarde de sinceridad y se funde en un tierno abrazo con su hija.

Karen la ve salir y tras herirla en un brazo, inicia una persecución con varias patrullas. Sin embargo, Altagracia logra esquivarlas y, tras extraerse la bala en un cuarto de baño de una gasolinera, deja libre a Matamoros y se dirige a la playa. Allí, recuerda a César y cuando escucha la sirena de la policía se adentra en el mar para desesperación de Mónica.

Meses después, Daniel recibe una misteriosa carta en la prisión donde cumple condena mientras que Saúl comenta sus dudas sobre que Altagracia esté muerta. Lo mismo le sucede a Regina al ver unas imágenes de una mujer muy parecida a su hermana.

Mónica, por su parte, realiza una rueda de prensa para anunciar la nueva etapa de la fundación Renacer y ante el cuestionamiento de los periodistas, no duda en defender a su madre: “A muchos les da vergüenza, pero a mí no. Es una gran mujer que sufrió al abandonarme y aquí queremos que otras abusadas encuentren una salida diferente”.

Una vez terminado el acto, Saúl recibe una llamada y se queda impactado al oír a la Doña: “Te recomiendo que dejes de buscarme con la policía. Es mejor para todos. ¿Te acuerdas que una vez me dijiste que la justicia tiene nombre de mujer? Pues sí, es cierto, se llama Altagracia Sandoval”. Nada más colgar, se quita el pañuelo que cubre su cabeza y las gafas de sol y se va caminando con la Torre Eiffel de fondo.