Alejandra se deja llevar

Alejandra, siempre con el apoyo de Fernando Alcázar, al que se siente muy unida últimamente, busca desesperadamente a su hermanastro por todos lados. El militar, muy enamorado de ella, está cada vez más cerca de conquistar su inasequible corazón, aunque el fantasma de su antiguo amor resulta complicado de combatir.

La joven no sabe que Jesús está viviendo en Madrid como un vagabundo, sin trabajo y sin techo donde cobijarse.  

Por su parte, Antonio se siente culpable por haberlo expulsado de la finca. “Espero que no le pase nada  malo. Estoy muy arrepentido con mi decisión, pero no tenía otro remedio”, reflexiona consternado.

Sin embargo, Fernando de la Torre, que también lo busca, da con él y se prepone a ayudarlo, pero sin que él lo sepa.

Por suerte para la mujer, sus esfuerzos de salvar su matrimonio están empezando a dar sus frutos. La pareja está cada vez más unida, y Alejandra es ya una sombra alargada en el horizonte amoroso del hombre.

Sin embargo, ella descubre que su padre cometió irregularidades en el banco, que ahora dirige, y que pueden salir a la luz. “Nadie puede enterarse de ese desfalco”, dice. Tendrá que usar su astucia para que otro cargue con la responsabilidad del delito y no lo tendrá nada fácil.

Por su lado, Agustín y León han establecido una buena amistad desde que se conocieron y su mutua confianza ha crecido como la espuma. El joven ha sabido ganarse al cabeza de familia con su falso comportamiento y solo aspira a sacar el mayor partido económico posible.

Hugo también se encuentra muy cerca del patriarca De la
Torre y ambos ven en la Fundación de la Falange una gran
oportunidad para que las formaciones contra el Gobierno contrarresten a sus enemigos.

Estamos en noviembre de 1933 y el ambiente social está muy caldeado debido a las próximas elecciones, las primeras en las que las mujeres podran votar. La incógnita es la forma en la que cada uno va a participar.