Aurora se ha convertido en una atractiva joven de buenos sentimientos a quien la mayoría de los vecinos siguen rechazando por estar “maldita”, pero que resulta irresistible para algunos hombres. Ernesto, uno de ellos, la invita a salir pero ella lo rechaza. En el fondo de su corazón sigue enamorada de Rodrigo, el niño con el que creció.

Sin avisar, Corina y su hija Mónica se presentan en la finca de Elsa y pretenden quedarse una larga temporada. “Esta propiedad era también de Honorio”, dicen.

Sánchez va a la universidad a hacer un examen y Rodrigo la reconoce nada más verla. “He deseado tantas veces que llegase este momento…”, dice abrazándola. Felices con el reencuentro, parece no haber pasado el tiempo y quedan en ir a una proyección de estrellas en el planetario para recordar su pasatiempo preferido de cuando eran pequeños.

Quien también está obsesionado con encontrar a la bella Aurora es Severo. El mendigo la culpa de la muerte de Carmen y, desde entonces, quiere vengarse. Sin mucho esfuerzo localiza la casa de Brígida, la tía que la recogió al quedarse huérfana.

En pocos días, Corina se hace la dueña y señora de la hacienda y hasta se apropia de la habitación de Rodrigo. “He quitado la ropa de su armario para poner la mía. Me niego a dejarla en la maleta”, explica a Elsa. La mujer enfurece: “¡Menudo descaro! Exijo que tanto Mónica como tú os vayáis”. La viuda de Hipólito ni se inmuta con sus palabras: “Iremos a los tribunales si es necesario”.

En el Huateque, Boni se acerca a Rafael insinuante, pero este la rechaza. “No entiendo el juego que lleva conmigo. Me siento fatal”, confiesa a Inés. “Ni caso. Eres una chica preciosa”, le dice su amiga.

Con amenazas, Ernesto logra que Aurora cene con él, mientras que Rodrigo rompe con Pilar, su novia de hace años: “Tengo que ser sincero con mis sentimientos. Estoy enamorado de otra mujer”.

Lejos de ahí, Brígida escucha en una tienda la leyenda de su sobrina y se lo echa en cara nada más volver a casa. “¡Eres el demonio en persona!”, grita y luego rompe sus libros de la facultad. “Por favor, para”, ruega llorando la joven y, tras un forcejeo, la malvada tía cae por las escaleras, falleciendo en el acto. Asustada, Aurora coge un taxi en dirección a casa de Villavicencio.