Mientras el cuerpo de Jorge permanece en el suelo, Escobar impide que Herbert termine también con la vida de Chili, a quien apunta con su arma. En ese momento, el mayor Arístides llega a la finca Nápoles con una orden de registro. El patrón sale airoso de la situación, pero se enfada porque se ha enterado de que la policía tiene indicios de que han asesinado al coronel Jairo Jiménez.

Triste y desilusionada está Nancy, pues tras el asesinato del militar está convencida de que el crimen de su marido, el ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla, quedará sin resolver.

Harto de los artículos en contra del cartel que publica Guillermo Cano en El Espectador, Pablo encarga eliminarlo. Los sicarios logran su objetivo cuando el director sale del periódico para ir a su casa. El país se queda consternado con la noticia.

Chili no olvida el altercado que tuvo con Herbert y convence a Topo de que hay que librarse de él. En un encuentro con Escobar, aprovechan para dejarle clara su postura sobre el socio.

Enterada de la decisión de su hermano, Mireya le aconseja no entrar en guerra con Escobar, pero Chili no la escucha. Por suerte, su rival cambia de actitud aunque a regañadientes…

Pasar tiempo juntos ha hecho que Marino y Yesenia se sientan atraídos. Chili se da cuenta y advierte al sicario del peligro que corre si llega a oídos del patrón.

Tras la discusión que mantuvo con su madre, Escobar colma de regalos a su familia pero su esposa está enfadada porque sabe que ordenó el asesinato de Cano. Lo que ignora es que, en su obsesión por acabar con quienes promueven la Ley de Extradición, planea otro crimen y para ello contacta con ETA.