Aunque la Ley de Extradición no está vigente, Pablo se muestra muy preocupado por Marcos Herbert pues sabe que el Gobierno colombiano puede entregarlo a Estados Unidos por tratarse de un caso excepcional y el Ejecutivo ya ha expresado su decisión de hacerlo.

Otro asunto que inquieta al patrón es que Caín y Kiko, los sicarios que contrató para eliminar en un primer momento a su socio, permanecen en prisión. Allí se están lucrando gracias a la ingenuidad y el temor de muchos presos, a quienes estafan con argumentos religiosos.

Dispuesto a liberarlos, Pablo planea una fuga que comandan Chili y Topo. Estos sobrevuelan el patio de la cárcel en helicóptero y comienzan a disparar a los funcionarios mientras descuelgan una escalerilla por la que ascienden de inmediato, y sin perder la sonrisa, Caín y Kiko.

El coronel Pedregal previene por teléfono a Pablo sobre una redada de la policía: “En unas horas iré con unos agentes a buscarlo, le aconsejo que huya”. Sin dilación, el narcotraficante se traslada con su familia al edificio Mónaco de la ciudad de Medellín.

El cambio provoca una vez más la ira de Patico, que echa en cara a su esposo la vida que les está dando a ella y a sus hijos. Aunque ella no le cree, Pablo insiste en que sus negocios son legales. A modo de venganza, la mujer gasta una ingente cantidad de dinero en obras de arte, lo que molesta enormemente al capo.

Tras reunirse con Gildardo González, el jefe del cartel colombiano de Cali, Pablo decide amedrentar a varios narcos que le dan problemas. El primero, Correa, a quien secuestran Kiko y Caín siguiendo sus órdenes.

Hernán Valencia, el otro a quien Pablo tiene en el punto de mira, sospecha dónde está su socio y amigo y manda a Mauricio, uno de sus hombres, a rescatarlo. Pero es demasiado tarde…

Jugando con las armas en la bodega donde tienen retenido a Correa, los sicarios le disparan accidentalmente y muere. Como el plan era chantajear a la esposa para que les entregara todo su dinero y bienes, Escobar somete al cuerpo a unos arreglos para que parezca que está vivo.

Conseguido su objetivo, el patrón entrega el cadáver a Pedregal, que lo muestra a sus superiores como resultado de un operativo policial. El coronel es felicitado por todos, incluso por el general, que empezaba a sospechar de él. Horas después aparece asesinado Hernán.

Mauricio, que sabe que Escobar está detrás de las muertes, previene a Motoa del comportamiento del patrón. También el cartel de Cali se ha dado cuenta de la radicalización del capo.