La liberación de Andrés Pastrana ha enfurecido a Escobar, que no piensa permitir ni una derrota más. La primera víctima de su ira es Carlos Hoyos, a quien tiene secuestrado y ordena eliminar.

Acto seguido, Marino envía un comunicado por radio en el que informa del lugar donde se encuentra el cadáver del procurador. Además, advierte al Gobierno de que si sigue con la idea de la extradición serán asesinados más políticos.

Gildardo González, la cabeza más importante del cartel de Cali, se entrevista con Regina Parejo para recopilar información sobre Escobar con la que debilitarlo y poder eliminarlo.

Cumpliendo con su amenaza, el patrón ordena colocar una bomba en el coche del general Muriel Peraza. Sin embargo, aunque los sicarios preparan el atentado hasta el más mínimo detalle, el militar resulta ileso.

Este no es el único revés para el narco. Su enemigo político Luis Carlos Galán continúa escalando puestos en el Congreso, donde se promueve de nuevo la ley de extradición. Será su brazo derecho, Alberto Villamizar, quien participe en la votación y no el compañero del senador Santorini como Pablo esperaba.

Consciente de que el resultado le perjudicará, Escobar decide quitarse de en medio a cuantos entorpecen sus negocios. Para ello, reúne a sus socios y Chili les entrega la lista, que incluye magistrados y periodistas. La primera en caer es una importante jueza. Villamizar, el siguiente objetivo, sobrevive pese a los varios intentos de Candonga.

Regina se queda impactada cuando Marino se cuela en su casa y le dice que ha ido a buscarla porque Pablo quiere hablar con ella. La mujer lo acompaña pese a estar muerta de miedo porque sabe que de negarse estaría poniéndose en peligro. Su examante le reprocha su amistad con Gildardo y le aclara que le debe lealtad por la relación que tuvieron en el pasado.

Mientras Escobar celebra la primera comunión de su hijo Emilio con una multitudinaria fiesta a la que acuden sus socios, Kiko y Caín se disponen a matar a los hijos del difunto Guillermo Cano. No llegan a hacerlo porque, para su sorpresa, tienen una fuerte escolta policial.