Escobar entra en La Catedral con sus hombres y deja claro a los funcionarios y al resto de los presos que quien manda es él: seguirá dirigiendo el cartel de Medellín y ordenará a los sicarios crímenes a su conveniencia.

Mientras tanto, el odio de sus enemigos aumenta fuera. Desde Panamá, Mauricio Restrepo intenta convencer a Gildardo y Manuel González de que esta es la mejor oportunidad para eliminar a su rival bombardeando la prisión. Así, el cartel de Cali ya no tendría competidor. Sin embargo, los hermanos rechazan la idea. Pronto cambiarán de opinión…

A los pocos días, se sorprenden cuando el patrón les exige la mitad de las ganancias del negocio del narcotráfico. Aun así, dispuestos a llegar a un acuerdo, le ofrecen tres millones de dólares, pero Pablo les pide cinco. Fuera de sí, Gonzalo, el tercer hermano, le asegura que no le darán nada y lo amenaza con destruir la cárcel con él dentro.

Restrepo sigue buscando aliados para acabar con Pablo, mientras este ordena al Topo llevarse el dinero de un cargamento que pertenece a Ramada. El narco enfurece y contacta con Escobar para que se lo devuelva, pero él le pide el treinta por ciento de la cantidad a cambio. Como se niega, ordena matarlo y también a su socio Arellano. Y para evitar testigos, incluye a las familias. Peluche trata de impedir el asesinato masivo pero es tarde.

Tras convencer a los paramilitares Lucio y Miguel Moreno y a Libardo, el jefe de seguridad de los Ramada, de que se unan a él, Mauricio inunda las calles de Medellín de panfletos que acusan al patrón de matar a sus amigos.

El Gobierno decide acabar con los privilegios de Escobar y envía al viceministro de Defensa para que le comunique su traslado de cárcel, pero el político es tomado como rehén. El cuerpo de élite entra entonces en el recinto para hacerse con el control. Cuando lo logran, Escobar y los suyos ya se han fugado. El presidente de la República y sus colaboradores determinan crear un grupo específico, el Bloque de Búsqueda, cuyo único objetivo es capturarlo.

Con la intención de matarlo hacen lo mismo los hermanos González y los Moreno, que pasan a llamarse Los Pepes. Puesto al corriente, Pedro Motoa aconseja a Patricia que convenza a su marido de que se entregue: “Si no, esta vez sí acabarán con él”.