A Helena le empiezan a surgir muchas dudas sobre Plutarco tras la palabras de Juan Carlos y va a buscarlo a su oficina. Sin embargo, no lo encuentra y al ver su ordenador no puede resistirse a revisarlo. “Perdóname. Debí haberte pedido tu consentimiento”, se excusa ella cuando el empresario la sorprende a punto de entrar en un carpeta llamada Proyectos Plutarco. “No hay problema. No tengo nada que ocultar”, responde él con un fingido
tono afectuoso.

Cerca de allí, Adriano reúne al resto de empleados para anunciar que Renato será el nuevo asistente de la presidencia. Lucía lo felicita y lo invita a ir a un restaurante sin que él pueda negarse.

Más tarde, le pide a Santiago que lo acompañe. “No sé cómo librarme de ella”, le confiesa. Finalmente, Rebeca conserva su puesto en la empresa y Onésimo le dice que fue gracias a su intervención. “Espero que sepas recompensarme…”, se insinúa. Además, le comenta que posee pruebas que pueden hundir tanto a Ramos como a ella.

Silvia decide volver a vivir con Eduardo. “Necesita que alguien lo cuide y yo como su esposa me siento en el deber de hacerlo”, comunica a su hija. Cuando se instala de nuevo en casa, el hombre esboza una gran sonrisa, pero ella le deja las cosas claras: “Esto no significa que vayamos a retomar nuestro matrimonio”.

Las peleas en casa de los Contreras son continuas pues Marcela acusa a Fernando de no esforzarse en encontrar trabajo. De hecho, rechaza un puesto al saber que su jefa será una mujer.

Juan Carlos insiste en explicar a Helena los motivos por los que permanece escondido y la cita en un bar, pero ella se retrasa. Desanimado, Caballero se dirige al ministerio público para entregarse y justo en ese instante le telefonea su amada: “Voy a darte el beneficio de la duda y escuchar lo que tienes que decirme”.

A su salida, un agente lo intercepta y lo detiene asegurando que es un alcohólico. Muy nervioso, Juan Carlos inventa que el día anterior estuvo bebiendo y que cuando despertó estaba tirado en la calle sin identificación. “Por favor, déjenme ir. Mi esposa se va a enojar conmigo”, suplica sin éxito. Por suerte, puede contactar con Helena y queda en libertad después de que la mujer se comporte cariñosa con él y muestre a las autoridades una imagen de ambos junto a Lalito.

Horas más tarde, Juan Carlos lleva a su amada a un lugar apartado y le cuenta todo lo que ha investigado. “Es por eso que necesito que creas en mí y me ayudes a encontrar pruebas”, afirma él.

Las ilusiones de Silvia se desvanecen al ver que Eduardo no ha cambiado y sigue humillándola. “¡Eres una inútil!”, le espeta cuando olvida las camisas que encargó el coronel en un taxi. Aun así, la señora se plantea retomar su matrimonio. Él la rechaza y aunque poco después cambia de opinión y se muestra amoroso, ya es tarde. “Ahora soy yo la que no quiere”, declara ella.

Adriano enfrenta a Eva y le reprocha su indiferencia: “Siento que me evitas cada vez que puedes. ¿En verdad estás enamorada de mí?”. Siguiendo los consejos de Mimí, ella busca poner fin a su relación, pero se siente incapaz cuando el dueño de Grupo Imperio rompe a llorar y asegura que sin ella se moriría.

Eugenia, por su parte, acude muy emocionada a una audición para una serie de televisión y, pese a que tiene una pequeña crisis y cambia algunos nombres, los directores le dan el papel.

Tras revisar los documentos sobre el fraude, Helena empieza a creer que Eva fue la culpable. Por eso, acude a la pensión para revisar sus pertenencias.