De niño espiaba las interminables fiestas nocturnas que organizaban en su casa sus padres, los escritores Marcos Ricardo Barnatán y Rosa Pereda, y compartía sofá con intelectuales españoles y latinoamericanos. A sus 37 años, su currículum suma ya más de veinte películas, cortometrajes y series pioneras como Al salir de clase o Los Serrano, alguna obra de teatro y tres grupos de música, de rock y blues, el último, The Cocooners, que lidera como cantante. Además de llevar el arte como una segunda piel, tiene el talento suficiente para contar todo tipo de historias. Servir y proteger es su primera novela diaria, en la que es Fede, un agente del UIT, un papel que le asustó al principio, pero que superó nada más pisar el plató. Así es el versátil Jimmy Barnatán.

De todas tus facetas artísticas, ¿cuál prevalece en ti?

Me siento todo, todo el rato. Soy egoísta y no me gusta hacer distinciones. Cuando me subo a un escenario a cantar blues, quiero hacer el más desgarrador, y cuando me pongo a las órdenes de un director, aspiro a ser el mejor actor. Y lo mismo cuando escribo. No me gusta etiquetarme.

Eso dice mucho de ti…

He mamado todo eso desde la infancia. He tenido la suerte de crecer rodeado de personalidades artísticas que iban a mi casa.

¿Como quiénes?

Toda la intelectualidad española y latinoamericana ha tomado café en el viejo sofá en el que yo crecí. Recuerdo con cariño a Cabrera Infante, que fue mi padrino cinematográfico y que me recomendó a Fernando Colomo, o Terenci Moix y María Kodama. No no me cansaba de escuchar sus conversaciones.

¿Y cómo llegaste a Servir…?

Me llamaron para hacer un castig, después de años de dedicarme a la música y a la literatura, y al poco tiempo me cogieron.

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¿Te apetecía estar en una diaria?

Al principio, tenía miedo y cierta ansiedad, ya que era mi primera producción de este tipo. Pero, por suerte, voy a trabajar todos los días con una sonrisa. Además, en el rodaje hay un ambiente estupendo.

¿Qué ha sido lo más difícil?

Entré en la segunda temporada y lo más complicado fue hacerme con la sala de informática, donde mi personaje se desenvuelve muy bien. Yo soy todo lo contrario, un auténtico negado. Ese reto también me produce un placer enorme.

¿Cómo has preparado tu papel?

Tengo un par de amigos muy friquis de la informática y me dieron algunos consejos para poder entender mejor los guiones. Además de mantener algunas charlas con Jota, nuestro asesor policial. Fede tiene problemas para relacionarse y un rescoldo de pudor y timidez.

¿Tú eres así de tímido?

No tanto. Yo tengo otro punto a la hora de comunicarme. Con tu ajetreada agenda, ¿cómo es una semana normal en tu vida? Pues ahora estoy centrado en estudiar mucho, como algo monacal. De lunes a viernes, la novela, y los fines de semana estoy fuera de casa dando conciertos.

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Lo tuyo es el blues, ¿no?

Sí, es lo que toco.

¿Quizás influido por la etapa que viviste en Nueva York de niño?

Hice varios viajes en mi infancia porque íbamos a visitar a mi abuela paterna, que residió durante 30 años allí. Me empapé de toda la cultura del país y esa música es mi banda sonora.

¿Ser artista era algo inevitable?

Claro. Ingeniero de caminos no encajaba mucho (risas), aunque tuve la vocación, felizmente frustrada, de arquitecto. Me encanta el diseño, pero mi vida académica era bochornosa.

¿Qué pretendes transmitir?

Voy narrando las cosas que van surgiendo. Me gusta contar historias pequeñas y resaltar a los que no tienen voz. Además, reivindico la normalidad. No me interesan los protagonistas.