Tras la paliza que le dio Alberto, Isauro permanece en el hospital y recibe un citatorio para presentarse a declarar en el ministerio público por la denuncia que interpuso Marina. Como venganza, el doctor decide también acusar al hijo de los Ocaranza por las graves lesiones que le provocó y se hace la víctima frente a Ramona.

Consciente de los sentimientos de su padre, Yolanda se acerca a Baldomero y le sugiere que si de verdad ama a Damiana debería dejarla libre. Sin embargo, el sepulturero se niega: “Ahora es mi pareja. Batallé muchos años para convencerla de que me aceptara y no voy a hacerme a un lado” . Gracias a que los informes médicos no detallan signos de violencia y al testimonio de Ramona, Isauro sale bien parado y la denuncia por violación no prospera.

Al enterarse, Marina se decepciona y acusa a la empleada de ser cómplice de un delito. “La primera sorprendida fui yo. Creía que eras una mujer decente hasta que te vi en la cama con el doctor. Nunca te oí pedir auxilio, al contrario, estaban muy contentos y tú te entregaste a él”, responde ella.

Las murmuraciones sobre la relación entre el doctor Isauro y Marina no tardan en desatarse por el pueblo y la imagen de la joven se ve afectada, incluso Alberto comienza a desconfiar de ella. Eso sí, este no duda en golpear a don Luis cuando la desprecia una vez más. “No eres mi padre y no te debo sumisión. Aprende a respetar a Marina o te arrepentirás”, le advierte el joven después de propinarle un puñetazo en la cara. Prudencia se ve obligada a intervenir y evita que la pelea pase a mayores.

Susana, por su parte, busca sacar provecho y malmete al hacendado para que quite su apellido a Alberto. “Haré todo lo necesario para que sigan peleados. Así lo desheredará y todo pasará a ti ya que eres como una hija para Luis”, comenta con malicia a Vanessa.

Días más tarde, el matrimonio Ocaranza recibe los resultados de las pruebas de ADN y confirma que Marina es su hija. Mientras Prudencia le promete su protección y amor incondicional, don Luis se niega a reconocerla legalmente.

No es la única noticia para la joven. “Enhorabuena, está embarazada”, le comunican cuando va al hospital con Yolanda a recoger sus análisis. La alegría de Marina contrasta con la frialdad de Alberto, que no se quita de la cabeza la idea de que otro hombre haya tocado a su mujer. “Necesito saber si es mío. No puedo aceptar al hijo de un violador”, declara.

Ante la actitud de su marido, Marina lo abandona y se va con Damiana a Ciudad de México. Allí, alquilan un cuarto y consiguen trabajo en un puesto de
plantas medicinales en el mercado. La familia Prieto no tarda en percatarse de su ausencia y, preocupados, las buscan sin éxito. También Alberto se desespera y decide trasladarse a la ciudad. Prudencia y don Luis lo acompañan al igual que Susana y Vanessa. “Lo mejor es que no volvamos a vernos. Dile a Paulino que lo amo, pero nos separan muchas cosas”, pide la joven a Yolanda.

Han pasado seis meses y Alberto, que se ha incorporado a su puesto en el hospital, sigue sin noticias sobre el paradero de Marina. A su vez, Susana finge que la han asaltado para vivir en casa de los Ocaranza y convence a don Luis de acabar con el matrimonio de los jóvenes. Y ven la ocasión perfecta cuando comprueban que el apellido de ella está mal escrito en las actas.