Acompañado por su abogado, Isauro aborda a Marina cuando sale de casa con el pequeño Rafita y se lo lleva. Horas después, la llama para que vaya a verlo y ella, desesperada, acepta. Una vez allí, tienen un nuevo enfrentamiento cuando el pérfido doctor trata de besarla y ella lo rehúye dándole un fuerte golpe. “No sabe de lo que soy capaz con tal de defender a mi hijo. Es un monstruo que me marcó para siempre y nunca voy a perdonárselo”, asegura. De regreso a casa, toma una importante decisión: “Si es necesario llevar el pellido Ocaranza para que me tomen en serio en los juzgados, lo haré”.

Quienes también atraviesan problemas son Alberto y Lucrecia, ya que ella siente que no le da el lugar que le corresponde como su pareja. “Es mejor que dejemos las cosas aquí. Conmigo pierdes el tiempo”, zanja el joven.

En el despacho, don Luis se besa apasionadamente con Susana y Prudencia los sorprende. “Perdóname, mi único pecado fue enamorarme de tu marido”, se excusa la ambiciosa mujer. Llena de rabia y desilusión, la señora les da un bofetón y echa de su casa a la amante de su marido y a él le pide el divorcio.

Decidida a formar una familia, Marina propone a Ricardo que se casen y él acepta feliz. Después de repartirse las últimas ganancias, Susana informa a Zacarías de que abandona el negocio: “Tuve un problema con los Ocaranza y ya no vivo con ellos. Al parecer, van a separarse”. Y añade: Si revisan todas las cuentas no van a tardar en salir a la luz los manejos que hemos hecho en La Añoranza. Te aconsejo que hagas las maletas y te vayas muy lejos”.

Ajeno a esto, don Luis se niega a dar el divorcio a Prudencia y, lleno de celos, encara al doctor Muñoz de Baena: “No voy a dejarte el camino libre”. Por su parte, la mujer encuentra consuelo en Marina y acepta su propuesta de instalarse en la vecindad.

Alberto recibe un duro golpe al saber que su amada va a casarse con Ricardo y Lucrecia intenta reconquistarlo en vano. Lejos de allí, Erasmo comenta a Margarito que hace varios días que no saben nada de Zacarías.

La atracción entre Paulino y Vanessa es tan fuerte que una vez más se vuelven a ver y terminan haciendo el amor. “Me haré cargo de mi hijo, pero no voy a casarme con Anita”, afirma el músico.

Por casualidad, Horacio Zamudio oye una conversación en la que Lucrecia recrimina a Isauro que de nada le sirvió cambiar las muestras de ADN. “Lo hice por amor”, se excusa ella. Decepcionado, decide llamar a la policía, pero antes entra a quirófano para operar a Sotero y en un momento dado se siente mal.