Consciente de que Marina está escuchándola, Lucrecia finge tener una amorosa conversación telefónica con Alberto y que le ha regalado un ramo de rosas. Cansada de falsas promesas, la joven busca a Ricardo y decide por fin darle una oportunidad. “Sabes que me muero de ganas por estar contigo y ser un padre para tú hijo”, declara él antes de darle un tierno beso.

La muerte de Edson hace recapacitar a Vanessa, que se propone trabajar y ser independiente. Más tarde, se cita con Waldo Morgan, un representante rtístico, para que convierta a Paulino en una estrella. “A cambio te daré lo que pidas. El dinero no es problema”, asegura la chica.

Entre tanto, Isauro se siente manipulado al saber que Alberto es el novio de Lucrecia. De nada sirven las justificaciones de ella y, horas después, Sotero desaparece del hospital sin dejar rastro.

Al anochecer, Claudia irrumpe en el bar donde trabaja Erick y le reprocha su engaño: “¡Eres un mujeriego! Le prometes a todas amor hasta que consigues lo que quieres y luego las abandonas, como a mí”. Yolanda, con el corazón roto, desconoce que todo es un plan armado por Erasmo.

Quien también sufre una desilusión es Baldomero. Con la ayuda de sus amigos, organiza una romántica velada y pide matrimonio a Damiana. “Eres un hombre maravilloso, pero no puedo engañarte y dar un paso tan importante. Quiero que seas feliz y te mereces una mujer que te ame tanto como Soledad”, afirma compungida la partera.

A la salida de la vecindad, Marina se reencuentra con Isauro: “Quiero demostrarte que he cambiado”. Asustada, empieza a gritar y Paulino acude en su ayuda. “Si me desprecias, vas a sufrir. Puedo quitarte a tu hijo”, amenaza el pérfido doctor antes de irse.

Cuando está a punto de recibir su herencia, Vanessa no soporta los remordimientos y se sincera con Hilda: “Soy la culpable de la muerte de Edson. Y añade: “Cambié amor por dinero. Mi mamá y yo estamos en la ruina”. La señora se queda muy afectada y amenaza con mandarla a la cárcel. Susana, por su parte, pierde los nervios y golpea a su hija.

El doctor Sotero cumple sus amenazas y Marina recibe una demanda en la que reclama la custodia de Rafita. Las reacciones no se hacen esperar: Ricardo busca ayuda legal, los Ocaranza se empeñan en que se traslade a su casa para estar protegida y Alberto le propone realizar de una vez las pruebas de ADN.

Como muestra de su cambio, Vanessa también cuenta a los Ocaranza el motivo de su boda y todas las mentiras que le obligó a decir Susana. “Solo sirves para exprimir a los demás, pero se acabó”, dice don Luis a su amante. Lejos de allí, Marina queda con Alberto y, tras aceptar su ayuda, le hace una inesperada revelación: “La doctora que me examinó dijo que no tenía signos de violencia ni restos biológicos de Isauro.

Por eso, siempre creí que no abusó de mí, pero con su demanda estoy empezando a dudar”. A su vez, Sotero pide a Lucrecia que le consiga unos análisis falsos.