Vanessa presiona a Alberto para que comiencen los preparativos de su boda y se trasladen de nuevo a la ciudad, pero él se muestra reacio. Susana, al ver peligrar la oportunidad de poder pertenecer a la familia Ocaranza, advierte a su hija que se comporte de manera sumisa: “Aprende a controlarte y deja de ser una niña caprichosa. Podrías ofender a Prudencia o a don Luis y te quedas sin matrimonio”.

Horas después, Alberto se encuentra con Marina en el bosque y entre ellos vuelve a surgir una gran química. “Nunca voy a olvidar ese baile. Sentí algo que jamás había sentido”, declara ella. El joven le responde que es recíproco y, en un arrebato, le da un romántico beso.

Angustias busca a Damiana para pedirle información sobre la hija de Prudencia, e incluso la soborna. Pero esta se rehúsa a revivir el pasado y rechaza el dinero: “Lo mejor es que te olvides ya de aquella niña. Está muerta”. Rebosante de felicidad tras recibir su primer beso, Marina se sincera con Yolanda sin saber que Paulino las está escuchando. “Ese infeliz tiene novia”, revela él.

Muy enfadado, va a La Añoranza en busca de su patrón y comienzan una pelea. Mientras, la joven queda desolada y sufre al pensar que para Alberto fue un juego y solo se divirtió con ella. También Isauro aprovecha para malmeter al saber que ha estado tratando al hijo de los Ocaranza. “Te prohíbo que vuelvas a acercarte a él. Si te trata bien es por lástima”, dice con crueldad.

Casualmente, Alberto y Vanessa se encuentran con la joven y viven un momento muy incómodo. Una vez a solas, ella le reprocha su engaño y le asegura que no quiere volver a verlo. “Lo siento, no fue mi intención lastimarte. Ese beso fue un error”, trata de explicarse él sin éxito. En La Añoranza, Margarito reprende a Paulino y le exige que controle sus impulsos o se quedarán en la calle. No se equivoca ya que don Luis no tarda en enterarse de la riña y es el propio Alberto el que debe interceder para evitar que los Prieto se tengan que ir de la hacienda. “Me golpeó porque besé a Marina”, revela poco después a su padre. Sin tardar, el hacendado toma cartas en el asunto y prohíbe a la joven Ríos que vuelva a pisar sus tierras.

Damiana enfurece al ver que su hija está sufriendo por culpa de los Ocaranza y decide darle los aros de aguamarina para que los luzca frente a ellos. Baldomero advierte a Damiana sobre Sotero Isauro, por su parte, controla más cada día a su protegida y quiere enviarla fuera a estudiar una carrera universitaria. “Por supuesto que sí. Le salvé la vida y, por eso, mi cara quedó marcada para siempre”, responde cuando Ramona le comenta que no tiene derecho a meterse en su vida.

Se acerca el cumpleaños de Vanessa y Susana le sugiere a Alberto que aproveche para entregarle el anillo de compromiso. Por eso, el joven viaja a la ciudad y don Luis le pide a su hijo que de paso le traiga a Prudencia sus hermosos pendientes. Baldomero advierte a Damiana de las verdaderas intenciones del doctor Sotero y esta comienza a idear la forma de alejarlo de su protegida. Además, le cuenta que hay una persona interesada en saber dónde está la tumba de la niña que murió el mismo día que Eulalia. “Si se destapa la verdad, podrían meterme en la cárcel”,
piensa preocupada.

En la iglesia, Prudencia coincide con Marina y se acerca a ella. Ambas rezan juntas, encienden una vela y sienten una extraña conexión qu e las llena de paz y alegría. “Tenía tantas ganas de conocerte. Te ofrezco una disculpa por la conducta de mi esposo”, expresa la señora antes de irse.

Paulino da clases de equitación a Vanessa y ante sus continuas provocaciones, la besa con desenfreno. Aunque al principio le corresponde, la joven se arrepiente y trata de huir a caballo, pero como no sabe montar cae y se hace daño en el tobillo.

Alberto regresa de la ciudad e informa a su padre de que no logró encontrar los pendientes de aguamarina. Furioso, don Luis pregunta a Prudencia qué
hizo con el regalo y esta, obligada por las circunstancias, acepta que los perdió el día del nacimiento de su hijo.