En la mansión, la familia Salvatierra prepara una fiesta para recibir a la quinta heredera. Aunque la noticia de su aparición les incomoda, todos disimulan, decorando la villa con flores y sacando las copas para brindar. Sin embargo, este momento no llega, pues la joven, agobiada, se retira pronto.

Antes, se produce el momento más impactante de la noche cuando Hortensia, la primera esposa de César Augusto, aparece con una maleta y dice que va a la policía a confesar que mató a Marina Lozano. Cuando tratan de calmarla, sale corriendo y sufre una ataque de pánico que le hace recordar exactamente lo que sucedió: la verdadera asesina fue Federica. Inmediatamente, la mujer la desacredita, la tacha de loca y consigue meterla en un psiquiátrico.

Mientras, Ramón intenta que Lucha lo perdone. “Pusiste en peligro a toda la familia. Vete de aquí para siempre”, le dice su mujer sin darle ninguna oportunidad.

Tras la lectura del testamento, Beatriz renuncia a la herencia: “No quiero la fortuna de alguien a quien no conocí en vida”. De nada sirve el intento de Juan Andrés de que lo piense mejor. Es más, la dulce joven quiere estar sola y se refugia en la cabaña que tiene Luis David en la montaña. “Por favor, no me delates”, le ruega.

Además de Isabel, que la ayudó a escapar, Elia sospecha del paradero de Beltrán y va la montaña a confirmarlo. También Juan Andrés se acerca al lugar, encontrando tirado en el suelo el corazón esmeralda. “Lo sabía. ¡Está aquí!”, piensa, pero prefiere esperar a que Beatriz salga por su propio pie.

Miguel recupera la guitarra que Rocío tiró a la basura y la anima a que cumpla su sueño: “Sería un error renunciar a la música”. Los dos están tristes porque, tras su regreso a la ciudad, los obligan a dormir separados. Esa noche, Lorena aparece en la habitación de Marcelo en ropa interior. Cuando están en la cama, aparece Federica y les hace salir a la calle, aun estando prácticamente desnudos.

Beatriz recapacita y decide dar la cara. Ya en la casa, le dicen que su padre dejó un vídeo para ella: “Tienes el deber de verlo”.

Al enterarse de que Luis David tuvo escondida a la ecologista, Elia se molesta: “Debías habérmelo dicho. Eres un ingrato”