Después de darse cuenta de que la adivina Ayotunde es Lorenza, Victoria se empeña en que recupere la memoria. Para ello le explica cómo se convirtió en su madre y le habla de Tomás, su marido, y de Milagros y Rosita, sus otras hijas. También le da detalles de su vida en el palenque, antes de que se la llevaran presa.

Aunque le cuesta asimilar cada palabra, gracias a ellas empieza a recordar su pasado y se percata de que su vida con Abdul es una farsa. Se siente tan engañada por quien creía su esposo que no duda en enfrentarse a él para advertirle de que pagará por sus mentiras. Horas después, el hombre es arrestado por estafador. Lorenza, sin embargo, no es capaz de reunir el mismo valor para visitar a Tomás y revelarle su identidad. Será la marquesa quien lo haga.

En El Edén, Isabelita disfruta con la magnífica y espectacular fiesta de cumpleaños que le ha organizado Victoria sin imaginar que forma parte de su plan de huida. Los fuegos artificiales estallan en el cielo al mismo tiempo que los explosivos en el túnel para destruir la roca que obstruía la salida, por lo que nadie oye esa detonación.

Cuando parece que por fin la marquesa y su familia alcanzarán su sueño, Julián encuentra a su amada Milagros al principio del pasadizo. Su extraño comportamiento le hace sospechar y decide adentrarse en el túnel. Así descubre lo que trama con la señora. Aunque la esclava le reitera que lo ama y le comunica que espera un hijo suyo, el hombre se niega a perdonarla.

Parreño sigue empeñado en acabar con Morales y promete a Granados devolverle la casa si se ocupa del asunto. Consciente del peligro que corre, el antiguo capataz llega a la iglesia tras vagar por la selva durante la noche y pide auxilio al padre Octavio.

Aunque está agradecida a Restrepo, Ana quiere rehacer su vida sin el apoyo de ningún hombre y se pone a buscar trabajo para poder pagarse techo y comida. Ángela se lo ofrecerá. Cuando se lo comunica a su benefactor, este le dice que no quiere que se vaya y le da un apasionado beso al que ella responde con igual deseo.

Obsesionado con ocultar sus fechorías, Nicolás sospecha que Candela ha escuchado una comprometedora conversación con su madre y decide eliminarla. Se la lleva a la fuerza al lugar donde tiene a sus perros más fieros y la encierra con ellos, que la matan en apenas unos minutos.

La pequeña Isabelita, que presencia el cruel acto sin ser vista, entiende entonces qué quería decir la adivina cuando le aseguró que su padre tenía dos caras. A doña Adela también le horripila el crimen de su hijo y, fuera de sí, le asegura que jamás será cómplice de semejantes actos.