Iniciada la fuga de los esclavos, el primer grupo llega al final del túnel y se dispone a subir a los botes que esperan en la playa, cuando Siervo cae abatido por los hombres de Granados que, desde una posición privilegiada, controlan todos los movimientos de los rebeldes.

Tras unos instantes de confusión por el inesperado ataque de los francotiradores, se inicia un combate cuerpo a cuerpo en el que uno de los primeros en caer es Jesús Pimentel, el dueño de la posada. Mientras tanto, Granados pelea con Miguel y aprovechando un descuido de este le apunta con un arma dispuesto a acabar con él. Por suerte, en ese preciso instante aparece Trinidad y mata al militar, salvando la vida a su amigo.

Francisco no será la única baja en el bando de militares y hacendados. Alonso, que ha llegado al lugar junto a su padre y parte del ejército con intención de detener la masacre, también muere y el general Márquez, destrozado por la pérdida de su hijo favorito, culpa a Gabriel y se lo lleva preso como cómplice de la fuga.

Así las cosas, el cuartel de Santa Marta se convierte en improvisado hospital de campaña y morgue. Allí el doctor e Isabel se hacen cargo de la complicada situación atendiendo por igual a blancos y negros, pese a la oposición del padre Octavio, que niega la extremaunción a los esclavos.

Sofocado el intento de huida, Tomás, malherido, es detenido junto a un numeroso grupo de compañeros mientras Miguel, Trinidad y Lorenza huyen al monte. Victoria, después de despedirse de su amado, decide volver a El Edén con intención de fingir que no formó parte del plan y evitar males mayores.

Parreño, cuyo estado ha mejorado considerablemente, va siendo consciente de la situación por lo que su madre le va transmitiendo y decide infligir un castigo ejemplar a Tomás, que asume toda la responsabilidad del intento de fuga.

Doña Adela, por su parte, se refugia en el alcohol al descubrir que su hijo mató a Hilaria y, además, ha malgastado el dinero y las joyas de la familia.