Sir Edward muere a las pocas semanas de llegar a Santa Marta. Eugenia, su viuda, sugiere a Nicolás casarse con ella para fortalecer la alianza comercial que había iniciado con su esposo, pero él la rechaza por carecer de título nobiliario. Además, le recuerda que está comprometido con la marquesa de Bracamontes. Despechada, la señora le asegura que se arrepentirá y tantea a otros hacendados para tratar la venta de cacao.

A Parreño también se enfrentan los esclavos, quienes no están dispuestos a perder el derecho a ser libres concedido por la Ley de Vientres que él ha abolido. Para obligarlo a retractarse, Miguel y otros compañeros se cubren el rostro y esperan a la prometida de su amo, que se dirige a la hacienda El Edén. Victoria lucha inútilmente contra el encapuchado a caballo que se la lleva a un recóndito lugar de la selva. Y no imagina que se trata de su primer amor… Lo mismo le ocurre a Miguel.

Desde su escondite, los hombres envían un mensaje a Nicolás: liberarán a la marquesa cuando les concedan la libertad. Sin embargo, la muchacha consigue escapar…

Tras la rebelión, Parreño endurece las normas. Morales, el capataz, disfruta obligando a los esclavos a cumplirlas, y se ceba con Miguel, a quien no han relacionado con el secuestro. “Van a acabarse tus privilegios con el amo”, lo amenaza.

El día de su presentación en sociedad, Victoria se ve obligada a asistir a la ejecución de uno de los rebeldes. La chica se emociona al reconocer a Tomás y a Rosita, a quien no revela su verdadera identidad.