Siguiendo con su plan, Erick ordena a uno de sus secuaces que llame a la mansión de los Montenegro para informar del secuestro del niño. Acto seguido, va en busca de Arturo: “¡Papá, estoy desesperado, no sé que hacer! Los secuestradores se pusieron en contacto conmigo y me exigieron un cuantioso rescate”.

El empresario solo puede reunir una parte del dinero por lo que Nina se ofrece a dar sus joyas y justo cuando Erick está a punto de salir para hacer la entrega, recibe una llamada de la enfermera que cuida de su hijo: “He tenido que llevarlo al hospital. Está deshidratado y tiene fiebre”.

Horas más tarde, avisa a su familia de lo ocurrido y Consuelo por fin puede abrazar al pequeño. “Todo esto fue tu culpa y este niño no va a volver a separarse de mí”, grita con rabia a su exesposo. Arturo media en la discusión y permite que su nieto se vaya con Martínez con la condición de que acepte seguridad.

Marintia mantiene una acalorada conversación con Franco y lo amenaza con contarle a Gabriela que tienen un hijo si no se hace cargo de él. Lo que no saben es que Daniela presencia la escena. “Tu secreto está bien guardado conmigo hasta que sea necesario usarlo”, dice luego a su aliado.

David, por su parte, desea olvidar a Regina y acepta salir con Daniela, que acaba de poner fin a su aventura con Ashmore. “Conmigo no se juega. Bien que te gustaba cuando compartía contigo mis sustancias mágicas…”, le recrimina el empresario antes de intentar besarla a la fuerza. Arturo lo sorprende y enfurecido le pide que se marche de su casa.

Llega el bautizo del pequeño Erick y lo que se preveía un día alegre para Consuelo termina convirtiéndose en una pesadilla cuando Nina y su primogénito llegan con una sentencia judicial que le concede al hombre la patria potestad del niño. “Por favor, no me lo quites”, le suplica Martínez entre lágrimas. Arturo y Agustín intentan tranquilizarla y prometen ayudarla sin saber que el juez que lleva el proceso es un buen amigo de la señora Montenegro.

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