Recién licenciada en Enología, Luciana sueña con regresar a Estados Unidos con su padre para reunirse con la familia. Sin embargo, el destino le niega su mayor deseo: al llegar a casa encuentra a Marcos agonizando debido a un infarto. “No me dejes sola ahora, papá”, le suplica. Minutos después, el hombre muere tras pedir a su hija que luche por su felicidad. Ajenos a esto, Marta y su hijo, León, solo piensan en el momento de reencontrarse con ellos.

A los pocos días, la chica llega a los viñedos donde se crió con las cenizas de su padre y se topa con David. Este, que desconocía su visita y no la reconoce, la echa sin permitirle presentarse. Tras la muerte de su esposa se ha sumido en una profunda depresión y ha descuidado a sus hijos, de quienes se ha ocupado la dulce Marta.

Lilián presencia el encuentro sin ser vista y sonríe. Más tarde, aclara a su yerno quién es la recién llegada. Para entonces, Luciana está abrazando a su madre y a León, a quien ha comunicado el fallecimiento de su padre.

Aprovechando la apatía de su jefe, Juan ha urdido un plan con Palacios para obligarlo a vender la bodega, pero él rechaza la idea. El abogado recurre entonces a César, el mejor amigo de David: “La empresa está en bancarrota y es la mejor opción para la familia”. El hombre se fía y le promete hablar con el hacendado.

Miguel, que tiene cada vez más responsabilidades en el negocio vinícola, se emociona al ver a Luciana, de quien siempre estuvo enamorado. “Me encantaría que se quedara en la hacienda”, asegura a Carito, su novia, sin poder ocultar su alegría. La chica no puede evitar ponerse celosa. También sufre Perla, la criada y amante de Juan, al ver lo galante que se muestra él con la nueva y no duda en echárselo en cara.

Al conocer el desagradable encuentro de su hija con David, Marta se disculpa con el patrón y le pide que le permita esparcir las cenizas de su esposo en los viñedos, como era su deseo. Él se niega primero, pero Luciana le hace ver lo injusto e insensible de su decisión y cambia de opinión.

Agradecida, la chica se propone sacar al señor de la tristeza en la que se ha encerrado. “No sé lo que es perder al amor de tu vida, pero sí a un padre. Y puedo asegurarte que el dolor no es buen compañero, te impide seguir hacia delante”, le dice durante el paseo.

El empresario no muestra interés alguno por cambiar de actitud, pero decide contratarla para que reflote la bodega. César se alegra pues espera que sea la solución para no tener que vender. Juan, en cambio, le asegura que así la situación empeorará.

Lilián tampoco está de acuerdo con la decisión y amenaza a Marta con perjudicar a los suyos si no se van. No contenta con eso, dice a Fernanda que la criada ha dejado de quererla a ella y a su hermano desde el regreso de su hija.

La chica cree a su abuela y, tras exigir a la enóloga que se aleje de ellos, pide a su padre que la despida. Él se niega asegurándole que está equivocada. Luego, Boby le pide lo contrario: “Me encanta que Luciana esté aquí, es muy buena y tú has empezado a sonreír. No dejes que se vaya”.

Aunque lo ha intentado, Juan no ha convencido al jefe de que venda. “La oferta es muy buena y nosotros nos haríamos ricos. No voy a permitir que tu yerno nos estropee el negocio”, asegura a Lilián. Esa noche, el abogado vierte ácido en las cubas de vino. Al día siguiente, David descubre que la producción se ha estropeado. “Esto es la ruina”, dice a Miguel, que no se explica lo ocurrido.